domingo, 4 de febrero de 2007

ASÍ SE ELIGEN LOS KAIDES



Ya se habrán enterado hasta la saciedad nuestros lectores de los atropellos –inconcebibles en el siglo XX- cometidos en las elecciones del distrito de Nules. Más de mil personas, partidarias del señor Chicharro, fueron encarceladas. Cuadrillas de escopeteros rondaban por las calles y no consentían que se votase al candidato antiministerial. A un interventor o presidente de mesa –no lo recordamos bien- le invadieron su domicilio y le asestaron una puñalada en el vientre por no querer firmar un acta en blanco. Los notarios fueron cazados poco menos que como fieras, viéndose aquellos respetables funcionarios en la precisión de defender sus vidas empuñando las pistolas... Y todo esto, autorizado, desde luego, por el Poncio de la provincia y recomendado por el Gobierno que disfrutamos.
Pues un procedimiento parecido es el que se emplea en las bienaventuradas tierras del Riff. Cuando muere un jefe de kábila, nadie se preocupa de las leyes, ni de reglamentos para sucederle. Los que se creen con poder suficiente para ocupar la vacante, comienzan a tiros y a golpes de gumía y así se resuelve la cuestión. Y al más bárbaro de todos, al más salvaje, al que más cabezas corta y más adversarios despanzurra,

le jura al punto la gente
capitán por más valiente,

-como dicen en el Tenorio- y a vivir y a ser el norte y guía y el encanto y embeleso de aquellos adorables angelitos.

El sistema no puede ser más expeditivo. Se ahorran calentamientos de cabeza, levantamientos de actas, notarios, papeletas, electoreros y toda la barahúnda de ceremonias, que solo sirven de estorbo. Por eso los liberales españoles modernos, entusiasmados con los usos y costumbres de los rifeños, se han empeñado en establecerlos en la Península. Y a fe que lo van consiguiendo. Díganlo, si no, los distritos de Nules, Alcira y tantos otros, de cuyos sucesos suponemos a todos enterados.

Y demos gracias a Dios mil veces por la retirada del señor Ibáñez Rizo y la del centenar de tahúres y demás honorabilísimos perdularios que ya estaban camino de Gandia. Porque hubiera sido muy fácil que el día veintinueve del pasado mes de abril ocurriese lo que muchos no esperaban.

¿Que no? ¿Que aquí no pasa nunca nada porque los gandienses son mansísimos sujetos? Si, si; pero tanto va el cántaro a la fuente...

Lo mejor de todo es que se haya quitado la ocasión de la experiencia.

JOSE Mª CAPSIR 5 de mayo de 1923 Revista de Gandia

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