domingo, 28 de enero de 2007

ES TRISTE PERO ES VERDAD




Hay una sentencia valenciana que dice: Deu nos lliure del día de les alabances, o sea, Dios nos libre del día de las alabanzas, porque ese día en que se eleva el coro de los ditirambos en honor de cualquier persona, suele ser, por lo general, el de su entierro.
Ha muerto Pablo Iglesias. Y siguiendo la costumbre establecida, han estallado en todo el recinto de la península, como cohetes luminosos, los elogios y las alabanzas, pero tan encomiásticos, tan admirativos y tan altisonantes, que se puede decir que como ellos no se han escuchado otros desde hace muchísimo tiempo.
Bien está que los socialistas alaben a su jefe. Pablo Iglesias era el organizador del socialismo español, al frente del cual ha estado durante toda su vida. Y es muy natural que sus partidarios le amen y le elogien, le respeten y le reverencien. Bien está, además, que lo encomien las extremas izquierdas, sobre todo los republicanos, que tantas veces se unieron a los socialistas para combatir a la Monarquía, a la Religión y al Ejército...; pero lo que no comprendemos es el elogio por parte de algunos católicos, hecho en tal forma, que no parece sino que la única doctrina salvadora de la clase obrera la haya propugnado y establecido, defendido y divulgado el difunto Pablo Iglesias.

Y es que esos católicos no deben de tener memoria. ¿Han olvidado la Santidad de León XIII? ¿Es que ya no recuerdan aquel famoso salario familiar que recomendaba el inmortal Papa de los obreros? Y toda la demás doctrina social, doctrina de paz y de amor, sin odios ni violencias, cristianamente humana, sabiamente sublime e insuperablemente excelsa ¡divina! de aquel representante de Cristo en la tierra ¿se ha olvidado también? ¿Cuándo llegaron los socialistas y los otros inventores de teorías, a trazar un programa de mayor hermosura y eficacia en el orden social? Pero –se nos responderá sin duda- es que todas aquellas innegables bellezas que quiso establecer el Papa de los obreros no se han podido desarrollar en España, porque los trabajadores, incluso los de arraigados sentimientos cristianos, han desertado de las instituciones obreristas católicas y se han afiliado al socialismo. Y de eso ¿quién tiene la culpa?. Los patronos que se llaman católicos. Y que conste que hablamos en términos generales, respetando las honrosas excepciones, bastante numerosos si se quiere. Los patronos, que en su lamentable incomprensión del problema, han creído que los sindicatos obreros católicos se fundaron para defender los intereses patronales, y que el obrero, por el hecho de ser católico, había de trabajar en peores condiciones que sus compañeros de otras ideologías, son los que han estropeado este asunto de tal manera, que salvo contadísimos casos, podemos afirmar que las organizaciones católicas de trabajadores arrastran una vida mísera y vergonzante. Triste es confesarlo, pero es verdad.

Y esos mismos patronos que tantas veces se han escandalizado porque los obreros católicos han querido vivir como personas, son los que en estos momentos, ante el cadáver yerto de Pablo Iglesias, se deshacen en alabanzas diciendo que a él se debe todo mejoramiento de la clase trabajadora... Si ello es cierto –que no lo es- cúlpese a los mismos que ahora lo dicen y no quisieron seguir los amorosos consejos del Sumo Pontífice León XIII.

Mientras no aliente verdadero espíritu cristiano, espíritu de abnegación y de sacrificio –de caridad, en una palabra- entre la generalidad de los patronos católicos españoles, podrá repetirse el triste caso de tenernos que callar cuando oigamos que determinadas personas entonan himnos de alabanza a quien ha combatido a la Iglesia Católica, fundado escuelas laicas, defendido atentados personales y dispuesto ser enterrado en cementerio civil.

JOSE Mª CAPSIR 19 de diciembre de 1925 Revista de Gandia.

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