viernes, 19 de enero de 2007

DE TODO UN POCO (4)


Leo en "La Semana Católica", de Madrid, en su último número:
"El Tribunal de Justicia de Lozére (Francia) se ha encontrado a principios de este mes, en huelga forzosa, por no tener ninguna causa pendiente de juicio. Este caso, que parece excepcional, se ha repetido ya algunas veces durante los últimos diez años, en aquél país."
Y dice a este propósito la "Semaine Religieuse": "Los departamentos que se precian de avanzados y desprovistos de creencias religiosas, nos acusan de retrógrados; pero el hecho, como el acaecido en el nuestro, demuestra, por el contrario, que el progreso de que se enorgullecen, no es sino un desastroso retroceso, pues los países donde la incredulidad impera, son los que mayor contingente dan a la criminalidad."

El domingo pasado realizó una hazaña uno de los del gorro frigio. De seguro que al contarla en el casino le habrán coronado de laurel.
Dos novicios de no me acuerdo qué orden religiosa, se fueron a explicar la Doctrina a no se que pueblo. Mi memoria es muy flaca.
Terminado su cometido, en vez de volver a pie a su residencia, como tienen por costumbre, tomaron el tren para no mojarse, porque llovía.
Ya en el tren, se pusieron a rezar. Esto no es ninguna cosa ofensiva ¿verdad? Pues si que lo es, porque un caracterizado republicano, culto como él solo, que iba en el mismo vagón, se sintió molestado por el murmullo de los rezos. Y seguramente para contrarrestarlos, comenzó a soltar pullas e indirectas, mezcladas con alguna de que otra directa. Pero los novicios no se alteraron. Siguieron impasibles su tarea hasta que el tren llegó a la estación.
Y ahora viene lo bueno. Al bajar del tren se les adelantó el republicano de marras, se encaró con ellos y con toda la desfachatez consiguiente les dijo:
- ¿Pero ustedes son hombres o mujeres? Porque los hombres van con pantalones y ustedes llevan faldas. Resuélvame la duda, porque yo creo que son mujeres...
Pero no contó con la huéspeda, que en el presente caso tomó la forma de un puño amenazador y robusto que uno de los jóvenes novicios levantó a la altura del rostro del republicano.
- Repita usted ahora si somos hombres o mujeres...
La callada por respuesta.
Y fue una lástima, porque tendríamos un segundo Rodrigo Soriano.
Lo digo por las narices.

En el Paraguay ha habido una revolución que, por fin, se ha sofocado costando a las fuerzas del Gobierno cien muertos, entre ellos cuatro jefes.
En Portugal salen a huelga y a algarada por día.
En Méjico, insurrección y desórdenes...
Está visto que la república tampoco hace felices a los pueblos.
Hay hombres que nacen para payasos, lo mismo que hombres que hombres que nacen para ser personas formales. Querer convertir a los primeros en los segundos y a los segundos en primeros, siempre será un absurdo. Si un payaso se empeña en hablarnos en serio, nos hará reír, mal que le pese, o en último caso nos aburrirá.
Eso es lo que le ha pasado a Soriano en el Congreso. Se ha querido encargar de la defensa de Ferrer y ha faltado poco para que le silbaran sus mismos partidarios, por lo mal que lo ha hecho.
La Cierva se reía, los conservadores se reían, la Cámara toda se reía; y Soriano... se indignaba.
Soriano, a tus chistes, que no sirves para otra cosa.

"Siguiendo la inveterada costumbre, anoche no celebró sesión ordinaria el Excelentísimo Ayuntamiento, por no reunirse suficiente número de señores concejales."
Esto dice "La Defensa", de Alcoy, de hace unos días.
¡Y yo que me figuraba que eso solo era propio de nuestro Ayuntamiento!
Pero también sucede en Alcoy y es de presumir que suceda en muchos ayuntamientos más, si no en todos. Somos apáticos hasta para aquello que nos interesa directamente; perezosos para administrar nuestros asuntos particulares, los intereses locales, los de la provincia, los del Estado... ¿Qué extraño es, pues, que vengan a España extranjeros más o menos Azzatis para gobernarnos y campar por sus respetos?
Y hacen perfectamente, porque están seguros de que medrarán a nuestra costa, nos engañarán miserablemente y encima nos insultarán, sin que nos opongamos siquiera. A lo sumo, nos quejaremos. ¿Pero movernos? ¡Jamás, señores, porque eso sería trabajar!

Todos tenemos nuestra manía característica. Y Azzati, para no ser una excepción, tiene también la suya: la del patriotismo. No hay cosa que le complazca más que oírse llamar súbdito italiano. Y es que la patria siempre produce en nosotros profundas emociones. Y más, si está lejos.
Por eso dicen que cuando Azzati oye que le llaman súbdito de Víctor Manuel, se agita como un polichinela, salta de un lado para otro y tartamudea de alegría...
Pues digámoselo constantemente, que no mentiremos y el pobre se alegrará.

"El Siglo Futuro" dice que una vez exteriorizada la protesta contra las blasfemias de Azzati y celebradas las funciones de desagravio en Valencia y en muchas poblaciones de España, no debemos seguir protestando, porque parece que con cada protesta le damos al paragüero napolitano la importancia de que carece.
Tiene razón el colega madrileño. Pero hay que tener en cuenta que la protesta de los españoles va más contra el Presidente del Congreso y contra el Gobierno, que contra el desdichado extranjero. Con quien consiente la blasfemia y no persigue al delincuente, sí que nos indignamos; pero ¿con Azzati? ¡Bah! No se merece él tanto. ¿Qué ha de hacer un sapo? Dar náuseas, ensuciar y nada más.

A propósito de Azzati. Ya sabrán ustedes el mote que le han sacado: el Macarrones.
Tiene gracia ¿no es verdad? Y gracia doble porque se refiere a dos cosas el motecito: a la nacionalidad del signore y al estómago del mismo. ¿Que otra finalidad puede perseguir él que los fideos?
Y aún tiene un tercer significado si lo decimos en valenciano: el Macarróns, Macarró, que quiere decir el barro que se coge al borde de las faldas y enaguas en días de lluvia...
¿Y qué es Azzati más que un depósito de fango inmundo? Basta apretarle un poco para que lo arroje en forma de blasfemias...

¡Pero perdónenme, lectores! Les he llamado a ustedes la atención en demasía sobre el estiércol Azzatileno. Ha sido sin darme cuenta. Dispénsenme que no lo volveré a hacer.
Yo les aseguro a ustedes que con la pluma que he escrito las anteriores líneas, no escribiré más.
¡Qué asco!
Corro a lavarme

ROBERTO 1 de Abril de 1911 Revista de Gandia

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