lunes, 22 de enero de 2007

DE TODO UN POCO (10)

Supongamos que a mí se me ocurre estampar en el papel unas cuantas noticias por el estilo de las siguientes:
Que Blasco Ibáñez vapuleó a su abuela.
Que Lerroux, con el solo objeto de distraerse un rato, degolló a una tía, a una prima y a un sobrino suyo, de cuarenta y cinco, veintiséis y diecinueve años respectivamente.
Que Pablo Iglesias cifra su mayor placer en comerse frito el páncreas de la primera persona indefensa que con él se tope.
Que un caracterizado republicano de esta población es carterista.
Y varias atrocidades más, semejantes a las que pongo por ejemplo.
Y supongamos también que publico dichas monstruosidades sin aportar una sola prueba que venga a demostrar que no soy un embustero.
¿Qué? ¿Qué se diría de mí? ¡Cómo se pondrían los republicanos! De seguro que pedirían airados mi cabeza. Y a fe que les sobraría la razón por encima del gorro frigio.
Pues bien, lectores: esa razón les sobraría en apariencia solamente, porque ellos dicen peores calumnias, si cabe, de los católicos, con la agravante de dirigirse casi siempre contra personas intachables bajo todos los conceptos. ¿Y qué hacemos nosotros? En algunas ocasiones es cierto que los llevamos a los tribunales y salen escarmentados; pero la mayor parte de las veces comprendemos que no valen los morrones tanto como nuestra molestia y nos contentamos con decir:
- ¡Mamarrachos!
Mejor dicho, mamarrachos no, que todavía es demasiado: mamarrachetes nada más.

Dice "Revista del Círculo de Obreros" de Valladolid:
"Copiamos de un ilustre autor: Cuando Inglaterra mantenía 25.000 personas consagradas a Dios en pobreza voluntaria, había pan y libertad para todos. Cerrados los conventos, creció de tal modo el vicio y la miseria, que llegaron a contar las estadísticas oficiales cien mil criminales en las cárceles del Estado; 29.000 mendigos en las calles de Londres; 30.000 ladrones; cien mil prostitutas y cerca de tres millones de indigentes mantenidos por la contribución de los pobres. ¡Oh, volved a Inglaterra los veinticinco mil religiosos veréis reducirse tanta miseria a proporciones tolerables!"
¡Y se llaman amigos del pueblo los que piden la expulsión de las Ordenes religiosas!

"El País" del día 30 del pasado, viene furioso con motivo de los sucesos de San Felíu del Llobregat.
Califica a los carlistas de borrón de la civilización, de joroba del organismo social y vergüenza de España.
Pero el calificativo verdadero y justo, se lo ha dejado "El País" en el tintero: el de azote de los republicanos.
Y ese si que no lo rechazan los carlistas.
- Desengáñate, Roberto: no hay Dios
Y mi joven amigo se tiraba presuntuosamente de los seis o siete pelos de diferentes colores que forman su bigote.
- ¿No hay Dios? ¿Y cómo me lo pruebas?
- Con la ciencia en la mano, querido.
- Vamos a ver: ¿qué ciencia estudias tú?
- Medicina.
- ¿Y qué notas has alcanzado este año?
- Hombre, te diré: como alcanzar... tres suspensos y una asignatura para septiembre...
- ¡.....!

No hace mucho tiempo que los radicales de Barcelona celebraron un banquete para festejar a la Chelito, una de las más descocadas estrellas del arte desvergonzado.
Los berridos que proferían los comensales eran los de ¡viva la pornografía, viva la Chelito! Pero no fueron francos del todo. Debieran haber gritado para mayor propiedad: ¡viva el estiércol libre! ¡viva la pocilga de nuestros encantos! ¡Abajo la vergüenza!
Y hubiera sido llamar al pan, pan y al vino, vino.

Los aviadores se van despabilando.
Al principio eran ellos exclusivamente los que se mataban. Al presente ya no se contentan con ellos solos, sino que matan a los demás. Buena prueba de esto la tenemos con las víctimas causadas en Madrid por el aparato de Mauvais, allá por el mes de marzo, y las recientes víctimas de París.
Los ingleses, previsores en todo, ya han redactado un proyecto de ley prohibiendo a los aviadores el volar por encima de las poblaciones y de grandes concursos de gente.
Yo les permitiría volar tan solo por encima del mar o sobre el desierto del Sahara; y allí ¡puñales! si se querían caer, por mí ya podían caerse.
Lo importante es que se nos garantice la existencia a los que no tenemos aspiraciones tan elevadas.

Para desgraciados, los republicanos radicales. No pueden intentar nada que les salga bien.
Un día se quieren elevar sobre un gran pedestal de cal, yeso y cemento y resulta que dicho pedestal les cae encima y los descalabra.
Otro día, su caudillo Alejandro (y no el Magno) se va muy flamante al Congreso y le pegan la gran paliza moral. ¿Quién? ¿Los monárquicos? ¡Ca!: sus amigos del alma Azcárate y Pablo Iglesias. El pobre Lerroux se salió del Congreso rojo de bochorno y pura rabia.
Otro día, quieren hacer de Posa, el agresor de Maura, una figura gigantesca; y el desdichado Posa no pasa de ser un criminal vulgar.
Cuando se meten en el líquido elemento, se ahogan; y si no que lo diga el honrado Rivas, el de las aguas potables.
Cuando quieren gallear y la dan contra los Carlistas de Valencia, siempre salen con las manos en la cabeza.
Y por si no había bastante con todo esto, ahí tienen ustedes lo de San Feliu del Llobregat.
¡Vaya con el infeliz partido! ¡Si es el rigor de las desdichas! ¡Me da una lástima!
¡Como que muchas veces siento gana de llorar!

ROBERTO 3 de junio de 1911 Revista de Gandia

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