¡Mi Santísimo Cristo del Amparo!:
Cuando te miro exangüe en el madero,
mi ruindad y bajeza considero,
mi odiosa ingratitud y mi descaro.
¿Yo desprecié, Señor, amor tan caro
que una vida costó a Dios verdadero?
¿Yo fui tan miserable y traicionero
que te ofendí mil veces sin reparo?
¡No más pecar, mi Bien! He de ser fuerte,
ya que seré, de tu perdón, avaro.
¡No me abandones a mi débil suerte!
Mi nave guía Tú, Divino Faro.
Y ante el puerto angustioso de la muerte
¡no me dejes, mi Cristo del Amparo!
lunes, 27 de noviembre de 2006
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