Lector paciente, lector amigo: Si no dispusieras de la prensa diaria que a las veinticuatro horas de suceder los hechos, de ellos te enteras con todo lujo de detalles, acaso me pudiera lucir hoy en esta crónica, que barrunto va a ser flojilla. ¿Pues que te voy a contar que tu no sepas? ¿Qué observación te voy a hacer que tu ya no te la hayas hecho? ¿Voy a decirte, por ejemplo, que Canalejas es un desdichado parlanchín, informal, inconsecuente consigo mismo, mal católico y funesto gobernante? No, porque eso, de tan sabido, lo tienes olvidado. ¿Debo referirte que Lerroux es un desahogado, un vivo y un solemne negociante, embaucador de muchos bobos que debieran habitar en el país del limbo? Tampoco, porque mejor que yo te lo han hecho ver Cirvent o Cirici, Miguel Peñaflor y otros insignes escritores que manejan la pluma con perfecta maestría.
Podría hablarte del Congreso Eucarístico; del creciente entusiasmo con que cada vez se celebran estas hermosas asambleas del Catolicismo; de la parte activa que actualmente toman en dicho Congreso los españoles; ... pero... ¿para qué tendrás el "Diario de Valencia", "La Voz de Valencia", "El Siglo Futuro", "El Correo Español" o cualquier otro periódico católico?
Desengáñate, lector: para sabrosos comentarios y consecuencias lógica y oportunamente deducidos de los últimos acontecimientos, debes recurrir a otro escritor no a mi, pobre y modesto cronista esquirol.
Sin embargo, quiero llamar tu atención sobre un suceso que me la ha llamado a mí. Me refiero al viaje del emperador de Alemania a Suiza, realizado, sobre todo, para estudiar la organización militar de la pequeña república e implantar, basándose en ella, algunas reformas importantes en el ejército alemán, que hasta ahora creíamos que era el primero del mundo y que, por lo visto, todavía tiene que aprender de otro en que apenas nos fijábamos. Claro es que en cuestión de armamento y en lo relativo a la táctica, el ejército alemán era y sigue siendo el número uno; pero no en materia de movilización ni en el sistema de poner sobre las armas al mayor contingente posible de hombres útiles.
Para formarnos una idea del adelanto en materia militar de la tierra de las buenas vacas y los excelentes quesos, debemos compararla con nuestra nación. Contamos, poco más o menos, con veinte millones de habitantes; y solo podemos sostener, en caso de guerra, y a duras penas, un ejército de doscientos cincuenta mil combatientes, pero ¡con cuántos sudores, con cuántos esfuerzos, con qué agotamiento de todas nuestras energías! En cambio, Suiza, reducido Estado que cuenta nada más que con cinco millones de súbditos, puede, si lo necesita, movilizar y poner en pie de guerra a ciento dieciocho mil y pico de individuos que de aquí a pocos años llegarán a la enorme cifra de quinientos sesenta mil. Convengamos en que gozan de mejor administración que nosotros, en que estudian más las cosas, etcétera, etcétera; pero es lo cierto, y nadie me lo negará, que tantos miles de hombres han de causar por precisión un gasto terriblemente grande.
Pues bien: el emperador de Alemania quiere aumentar su ejército, en vista de que adoptando la organización suiza, todavía es posible. Y ahora pregunto yo: ¿a dónde iremos a parar con esos aumentos fenomenales de los ejércitos?
Es cierto que jamás ha habido menos guerras que en esta época; y esto no obstante los ejércitos son cada vez más formidables. ¿Será, acaso, por ello por lo que todos están quietecitos, mirándose de reojo, pero sin ganas de gresca seria? Así lo creo lector amable, porque si yo veo que tu ostentas un garrote de los buenos y que sabes manejarlo diestramente y tu ves que a mi me ocurre lo propio ¿no es cierto que lo será que nos demos las manos para ser muy amigos, por supuesto que sin desprendernos de los contundentes argumentos?
ROBERTO 14 de septiembre de 1912 Revista de Gandia
Podría hablarte del Congreso Eucarístico; del creciente entusiasmo con que cada vez se celebran estas hermosas asambleas del Catolicismo; de la parte activa que actualmente toman en dicho Congreso los españoles; ... pero... ¿para qué tendrás el "Diario de Valencia", "La Voz de Valencia", "El Siglo Futuro", "El Correo Español" o cualquier otro periódico católico?
Desengáñate, lector: para sabrosos comentarios y consecuencias lógica y oportunamente deducidos de los últimos acontecimientos, debes recurrir a otro escritor no a mi, pobre y modesto cronista esquirol.
Sin embargo, quiero llamar tu atención sobre un suceso que me la ha llamado a mí. Me refiero al viaje del emperador de Alemania a Suiza, realizado, sobre todo, para estudiar la organización militar de la pequeña república e implantar, basándose en ella, algunas reformas importantes en el ejército alemán, que hasta ahora creíamos que era el primero del mundo y que, por lo visto, todavía tiene que aprender de otro en que apenas nos fijábamos. Claro es que en cuestión de armamento y en lo relativo a la táctica, el ejército alemán era y sigue siendo el número uno; pero no en materia de movilización ni en el sistema de poner sobre las armas al mayor contingente posible de hombres útiles.
Para formarnos una idea del adelanto en materia militar de la tierra de las buenas vacas y los excelentes quesos, debemos compararla con nuestra nación. Contamos, poco más o menos, con veinte millones de habitantes; y solo podemos sostener, en caso de guerra, y a duras penas, un ejército de doscientos cincuenta mil combatientes, pero ¡con cuántos sudores, con cuántos esfuerzos, con qué agotamiento de todas nuestras energías! En cambio, Suiza, reducido Estado que cuenta nada más que con cinco millones de súbditos, puede, si lo necesita, movilizar y poner en pie de guerra a ciento dieciocho mil y pico de individuos que de aquí a pocos años llegarán a la enorme cifra de quinientos sesenta mil. Convengamos en que gozan de mejor administración que nosotros, en que estudian más las cosas, etcétera, etcétera; pero es lo cierto, y nadie me lo negará, que tantos miles de hombres han de causar por precisión un gasto terriblemente grande.
Pues bien: el emperador de Alemania quiere aumentar su ejército, en vista de que adoptando la organización suiza, todavía es posible. Y ahora pregunto yo: ¿a dónde iremos a parar con esos aumentos fenomenales de los ejércitos?
Es cierto que jamás ha habido menos guerras que en esta época; y esto no obstante los ejércitos son cada vez más formidables. ¿Será, acaso, por ello por lo que todos están quietecitos, mirándose de reojo, pero sin ganas de gresca seria? Así lo creo lector amable, porque si yo veo que tu ostentas un garrote de los buenos y que sabes manejarlo diestramente y tu ves que a mi me ocurre lo propio ¿no es cierto que lo será que nos demos las manos para ser muy amigos, por supuesto que sin desprendernos de los contundentes argumentos?
ROBERTO 14 de septiembre de 1912 Revista de Gandia
1 comentario:
El autor, está escrito en el año 12, ignora que está a dos años de la Gran Guerra, y expresa su peculiar visión del "si vis pacem para bellum".
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